Resultado del pensamiento adictivo, de esa sensación de vacío que se llena con actividad, como si fuese un sentido de deber obligatorio, me levanté cansado el domingo e inmediatamente me puse a lavar la ropa y a arreglarme para según yo irme a México después de comer.
Esa sensación de no estar quieto y estar continuamente pensando, como si de mi cerebro brotaran múltiples proyectos por realizar, lugares por visitar con la idea de que no aprovecho las situaciones lo suficiente provocó que me levantará a lavar la ropa, a bañarme, a vestirme a prepararme el desayuno y a evitar estar tirado en la cama por ir al centro de Puebla a ver un bazar de ropa el cual estuvo atosigado de gente y en donde la mercancía era de la calidad más baja posible.
Gente aglutinada que venía de aquí para allá en filas interminables que solamente apretujaban.
Y yo me preguntaba ¿porqué tomo este tipo de decisiones? yo debería de haberme levantado y largado al df y haber estado echando la güeva viéndo a los steelers contra los patriotas. ESO ERA LO QUE DEBI DE HABER HECHO.
Pero como siempre la cabeza daba vueltas y vueltas, con el mensaje estas perdiendo el tiempo.
Es muy pesado eso.
Después de haber ido al bazar de ropa me dirigí encabronado a comer y para variar escogí el peor de los lugares, la comida pésima y cerca de unas pinches abejas que se subían peligrosamente a la lata de refresco y me zumbaban los oídos.
Ya como a las cuatro, cansado, encabronado, con el sentimiento de tristeza, de pesadez, de vacío me dirigí al estacionamiento en donde estaba el automóvil y cuando abrí la cajuela se me ocurrió quitarme la chamarra.
Cuando cerré la cajuela con la chamarra adentro, me pregunté ¿donde están las putas llaves?, respuesta inmediata en la cajuela en una bolsa de la chamarra, pendejo.
De ahí pedí un taxi, con la cabeza dándome vueltas le dije que me llevara al departamento, pero luego dije ¿para que? yo tengo que estar en el df.
Cambié la decisión y le dije que me llevará a la CAPU para tomar un camión al df, llegué compré el boleto y esperé, con la camisa de manga larga sucia porque me cayó mole y helado de mamey.
Ya arriba del camión hablé con mi tía porque Tere tiene las llaves de mi casa, ya que para seguir mal también se quedaron en el carro.
Y eso significa que en lugar de llegar a mi casa, tendría que llegar a casa de mi tía y luego cruzar toda la ciudad de noche.
Llegué a la central del norte, la cual está atiborrada de viajantes, gente sucia, cansada, fea.
Y me trepé al metro para dirigirme a la estación de colegio militar.
Ya obscuro pasé camine por la calle, entre puestos con olor a grasa, basura, ratas, frío y oscuridad.
Me esperaba mi tía con las llaves, me las dió y me dijo ¿como te vas a ir a tu casa?,
se me hizo fácil decirle pues en el metro.
Resutó muy obvio para mí ya que siempre viaje en metro cuando estudiaba.
¡Oh! sorpresa como ha cambiado el metro.
De la estación de colegio militar a tasqueña una convivencia adentro de un caleidoscopio de gente fea.
Como si estuvieras viendo a los personajes de los miserables de Víctor Hugo.
Deformes, enanos, putas, gordas, putos, viejos pervertidos, borrachos, vendedores de mugres, jodidos, emos, punks, nacos.
Olor a podrido, a agrio, a jodido.
El sentimiento de la jodidez en su más grande expresión, como para cerrar un domingo maravilloso.
¿Quién coños no se deprime de ver tanta mierdez?
La realidad de la jodidez del pueblo mexicano.
¿En tan solo diez años cambió tanto el panorama?
Que jodida está la cosa.
Llegué a mi casa, con el sentimiento de vacío.
Con la idea de que lo que ví fue imaginario, como cuando uno era niño y pensaba que uno no debía de salirse de la zona segura porque sino venía el coco a comernos.
Y como niño me metí a mi cama con la cobija hasta arriba y pensé:
no me vuelvo a salir de mi zona de seguridad nunca, nunca.....
nunca más,
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