Esta un señor ya viejo con canas en el poco pelo a los costados de su inmensa calva.
Tiene en su mano derecha un puñal usado en las carnicerías para puntillar a los toros.
Su mirada está desorbitada y tiene ansias de sangre, de sangre humana.
Tiene a sus presas amordazadas y le dice a su mozo que le suelte una.
Son ciudadanos españoles cautivos en su prisión.
Ciudadanos que fueron desapareciendo sin dejar rastro alguno.
Desata a uno y le clava una puñalada en el pecho, y después otra y después otra.
El puñal está lleno de sangre y la mirada del anciano está fija en su víctima,
sonríe desquiciadamente y sus ojos se desorbitan.
Esta noche dormirá tranquilo ya que sus pesadillas están en su realidad.
La calma se apodera de él y vuelve a su casa tranquilo con cara serena.
Es el viejo amable de siempre con sus vecinos.
Debe de preparar su sermón para la misa del día siguiente,
y debe prepararse para ser el padre de la patria de la naciente nación mexicana.
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