El sábado temprano por la mañana, después de haber dormido bien, bajo una noche lluviosa, decidí ir a correr a la reformada pista de tezontle del parque al que solía ir frecuentemente hasta hace dieciocho meses aproximadamente.
Paraíso natural creado por el hombre, donde el verde de sus pastos, corredores arbolados y lagos artificiales hacen que este sea un lugar único para disfrutar el placer de correr.
El trinar de las diferentes especies de pájaros que anidan en las enramadas copas de los grandes y altos árboles, producen una bella música que sirve de inspiración tranquilizadora para sensibilizar el inicio de la carrera y despojarlo del sufrimiento inicial de poner al cuerpo y sobretodo a mis desgastadas piernas en esta dolorosa prueba a la que al paso de mi vida me he expuesto.
Correr en la pista que se hace estrecha en algunos pasajes, que se hace casi individual en las zonas que salen del curso principal de la ruta de corredores experimentados, hace que me sienta el mas neófito corredor, me despoja del ego de querer avanzar mas rápido y me hace un sujeto como cualquier otro que nunca haya hecho el mas mínimo esfuerzo por hacer de la carrera un objetivo anárquico, un tormento, un esfuerzo absurdo...
A mi paso lento, veo de reojo las hojas de los árboles llenas del rocío matutino, incluso percibo grandes gotas que descansan suavemente en la superficie aterciopelada de cada hoja rosa, morada o verde.
A estos placeres me enfoco al correr hoy en día, sin ver mi reloj de manera obsesiva. Se de antemano que mis tiempos son muy lentos, y que del gran letargo de "bello durmiente" al que me sometí. Se de la misma manera que no recuperaré esa forma física que tenía antes y mucho menos avanzaré tan rápido como antes.
Se también que se acabaron esas corridas casi diarias y esos grandes sacrificios dietéticos.
Hoy he aprendido a dejar pasar a esos corredores rápidos, y también he aceptado a dejar pasar a esos corredores lentos, que son los mas díficiles de aceptar, es difícil aceptar que uno fue y ya no es, que el dolor de pantorrillas es cada día mayor.
Hoy he entendido que el valor de correr radica solo en eso, en el placer de correr.
De un paso al otro, de un escenario al otro, solo voy, corriendo y disfrutando, no preocupándome, si mis huellas permanecerán ahí o las borrará muy probablemente el tiempo o el paso de otros corredores.....
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