lunes, 5 de septiembre de 2022

Isidora.....

 (cuento)

Por la mañana muy temprano me decidía adolorido en mi cama si levantarme con la dueña de la cremería para acompañarla a Chipilo a abastecesrse del inventario de la semana.

El fin de ir era conocer el camino secundario para ir al poblado vecino ya que no lo conozco y de paso saber donde están los proveedores de queso, embutido y crema que en algún viaje esporádico haga para abastecerme si es mi deseo. Además no está demás ver a esas toscas chipileñas que son atractivas sin importar si están de pants y oliendo a establo, con ese carácter uraño y desconfiado que tienen de primera instancia cuando uno las ve.

Mañana fría en la cual la flojera del fin de semana me hace estar aletargado y amodorrado, pero al fin de cuentas decidí acompañarla y me bañé ya arreglé para ello.

Confirmando mi asistencia por chat, después de leer su mensaje del domingo en la noche, salí de casa y la esperé como media hora en el frío matutino viendo pasar los autos a toda velocidad de lunes de retraso. Por otro lado a mi lado estaban los pepenadores separando la basura prestos a que el camión pase como usualmente lo hace ese día.

Por fin Isidora pasó por mi en su cómoda camioneta y me sorprendió lo segura al manejar. Por lo que subí y fuimos platicando por el camino hacia el pueblo. 

Siempre me ha inquietado Isidora y no es que sea una gran belleza, pero su trato es siempre amable y está presta al servicio. Me acomoda el pensar que es una cortesana discreta y pulcra de color apiñonado y cabello largo entrecano, que le puedo despertar cierto deseo o pasión.

Llegamos al pueblo y pasamos a comprar su despensa, yogur, quesos, embutidos una visita pronta y óptima que tiene bien medida tanto en costo como en tiempo.

Al regreso le digo que pare para desayunar, se que lo hará porque se ve que no la invita nadie y me gusta ejercer cierto don de mando con esta alma sumisa. 

Probablemente la sumisión me despierta el instinto animal de poseerla casi instantáneamente sin chistar, sin hablar, solo indicándole que se ponga dispuesta a recibirme y a penetrarla.

Buena charla, me cuenta de su vida, de sus desventuras, de lo apático de su marido, y de otras cosas más. La escucho con atención ya que de todos se aprende en esta vida. Su relato me hace admirarla y considerar que es una persona con méritos.

Ya de regreso me enseña calles, laberintos. Y en un cierto tramo instantáneo del camino topamos con el Motel Peccato, donde supongo los iletrados vaqueros chipileños se descreman entre ellos como lo han venido haciendo sus antecesores a lo largo de su vida.

Le toco la pierna y le digo que entremos y ella duda pero sin decir nada dirige la camioneta a uno de los rincones encortinados.

Es aún temprano me bajo de la camioneta y espero a que llegue el empleado a darme el cuarto. Pero no llega nadie. Es lunes y nadie está de humor de trabajar. De pronto llega una mucama y me dice que no hay servicio hasta medio día. 

Entonces para no perder ese instante mágico e insustituible le doy a la mucama un dinero y le digo que no voy a usar el cuarto que me deje estar en el garaje y ella me dice que tengo media hora solamente.

Le digo que no espero estar mucho tiempo.

Yo sin dudar abro la puerta del cuarto y le digo a Isidora que se baje y toda nerviosa entra conmigo, sin antes decirme que tiene miedo.

Le digo que no se preocupe que sólo es un momentito y que no pasará nada. Con medio paso dentro la tomo de la cintura y le beso la boca con mi lengua con la suya revoloteando y anudándose.

La paso la mano en sus nalgas y me pongo tras de ella tocándole la cintura, huele delicioso. Y meto la mano en su braga y con suavidad le toco bajo el calzón su vagina peluda y muy mojada. Pequeña traviesa ya venía mojada desde que entramos al motel con toda seguridad.

Le meto el dedo y empieza a gemir despacio.

La pongo parada contra la pared y le bajo el pantalón y el calzón y la inclino un poco ya con mi falo muy erguido.

La penetro rápido y profundo. Le encanta y las nalgas le brillan con ese color moreno que invita al acto.

Se apoya en la pared con sus manos empalmadas y me dice que se lo meta duro. Eso me sorprende y prende más.

Se la meto y entro y salgo tomado de sus caderas.

Me vengo bien adentro y siento como se traga mi leche dentro de su orificio.

Me salgo se sube calzón y pantalones y nos largamos de ahí.

Ya de regreso me deja en mi casa, el regreso no lo sentí con el revuelo de mariposas que tenía en mi cabeza.

La plática fue vaga pero cordial. A ella le cambió la cara, cómo liberándose de esos prejuicios que el pecado de la iglesia nos esclavizan desde nuestra niñez.

Me deja en mi casa y me dice que haber si volvemos a ir a comprar quesos....

Yo regreso a mi soledad y me fumo un cigarro en esta mañana fría y gris.