Tenía tiempo de no ir con mi dentista debido a que estuve trabajando en varias cosas y la imposibilidad de verla entre semana dió por resultado un parentésis entre ella y yo de dos años.
Las consecuencias fueron que necesito un tratamiento largo y caro, con lo cual me sentí molesto.
Van a tener que ser cinco o siete sesiones sabatinas de tormento sadomasoquista.
Ella siempre me ha gustado, desde que estaba casada con mi tío.
Tiene más o menos mi edad y es de ascendencia libanesa, ¡muy guapa!.
Es morena, alta de muy buen cuerpo, cabello negro y largo, de tez alargada, con ojos color aceituna y porte sensual.
Me atrae mucho su personalidad y su trato.
Cuando llego a su consultorio su asistente me indica que me acueste en el asiento acolchonado y neumático de la unidad dental para relajarme en lo que ella se aparece ya que la visita al dentista siempre trae consigo tensión.
Cuando ella llega, se aparece preparada con su bata la cual deja abierta y por lo general usa una playera.
Generalmente usa pantalón de mezclilla con lo cual veo que sigue en excelente condición física.
Me saluda con un beso y va relajándome con la pática antes de empezar con las inyecciones anestésicas.
Independientemente se que habrá dolor físico en la sesión y que ella me lo va a infringir, además me lo va a curar con más anestesia.
Ella será en la siguiente hora la maestra del dolor y el alivio.
Estoy completamente a su disposición.
Ese es un poder que tiene sobre mí y que me provoca una sensación sexual, como un sentido sádico.
Es como visitar una casa de mujeres sadomasoquistas.
En algunas ocasiones se tiene que aproximar a mi por la posición que debe tener mi boca hacia ella, y veo detenidamente sus ojos y me agradan.
En algunos momentos yo cierro los ojos y me la imagino haciéndole el amor en el diván, yo como el paciente sumiso y ella con su batita de dentista y con un látigo dándome órdenes y yo obedeciéndole ciegamente.
Esta sensación hace que me exite y que el miembro se me ponga erecto.
Ella se da cuenta y solamente me ve a la cara, yo no desvío la mirada.
Cuando se voltea para escoger alguna pasta o instrumental a veces se agacha para buscarlo y volteo a verle el trasero el cual me vuelve literalmente loco.
Ella deberá sentir mi mirada.
Ella me pregunta que como me siento y yo le digo siempre que bien, nunca me quejo del dolor ya que se soportar el dolor físico.
A ella le gusta que no me mueva mucho.
Nunca le hago cometarios de ningún tipo de su belleza o de lo que siento por ella.
A veces me pregunta si ando con alguién y siempre le contesto que no, y es que hace mucho que no salgo con nadie.
Probablemente ella espera que yo le pregunte lo mismo, pero nunca lo hago.
Solamente la deseo, pero me interesan más mis dientes.
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1 comentario:
Me encantaría poder ver a un dentista de la misma forma en que vez a la tuya. Me encantaría. =)
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