lunes, 4 de junio de 2007

Cabalgata dominguera.

Este domingo estaba muy cansado y mi cuerpo "decidió" que era momento de descansar.
Me sentía literalmente molido por los contínuos viajes que he venido haciéndo los últimos tres fines de semana (los carreterazos también cansan), además de que ir al dentista en sábado tensa mucho.

Estuve en posición horizontal casí todo el día y me sentía molido, con dolor muscular en los brazos, las piernas y la espalda. Siento que hasta he de haber traído baja la presión por lo que la sensación de adormilamiento fue de casí todo el día.

Cuando la mente le ganó al cuerpo, tuve la fuerza de salir a comprar comida (un pollo asado horrible) para regresar a la casa a comer y seguir tirado.

Ya como eso de las nueve de la noche me levanté de mi letargo y decidí salir al frente de mi casa a tomar un poquito de aire.
Yo vivo en una privada muy tranquila de ocho casas las cuales todas en su frente dan a una callecita adoquinada, hay un gran jardín en donde los árboles son grandes y hay pasto.

Cuando estaba tomando aire, escuche unos gemidos como de gata (deberán de haber unas cinco gatas que se suben a los techos de las casas y cuando están en celo pues se escucha el gemidero).

Pero tratándo de identificar el sonido me percaté que eran gemidos de mujer.

Al voltear a una ventana, las cuales tienen las características de que son grandes y el reflejo en la noche no te deja ver hacia fuera sino que se ve claramente de afuera hacia dentro, ví el cuerpo de una mujer desnuda cabalgando a su hombre, al afinar mi vista ví que era una de mis vecinas cogiéndo con su novio.

Ella es rubia y de cuerpo atlético, tendrá al rededor de unos 24 años y montaba con brío y fuerza a su novio.
La escena era de un sexo salvaje y lo que me llamaba la atención era su cadencia, su ritmo y sobretodo sus gemidos.
Era algo terriblemente sexual.

Cogían y cogían y yo estaba viéndo claramente todo.

Todo fue en un instante, ellos terminaron su acto (y problablemente tomarían descanso para iniciar un rato después).

Yo decidí meterme a mi casa y sentí una sensación de vacío y tristeza que aún no me explico.

Me sentí muy cansado y me costó un rato largo conciliar el sueño.

Sentí la pesadez de la inmensidad de la vida de los domingos.

Me sentí mal por haberlos visto, hubiera deseado no haber salido ese puto día de mi casa.




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