jueves, 5 de mayo de 2011

Regresando a la parte Proustiana.

No se si realmente se diga así, pero para mí significa no solamente regresar a la añorada etapa de introspección pero con un regreso gozoso.

Esa parte de esperar que las cosas vengan sin importar realmente el resultado.

Estar bien parado sobre las plantas de los pies y sentado sobre las nalgas,
respirando por la nariz y no por la boca agitadamente.

¿Que es una copa de vino sino se disfruta?
Es un líquido ácido que produce que la barriga se enoje y produzca dolor.

Que es un queso gouda fresco sin una uva fría para acompañar?

Leer, dormir, comer bien, ejercitarse, no importando si mañana te corren o te persigue la ley.

Esos momentos para lo que uno debe vivir, me refiero a los momentos de gozo.

De puro y de café,
de pequeñas y variadas proporciones en la comida.

La conversación clara y sin apresuramientos, que el tiempo llegue o pase no tiene sentido ya que el tiempo no existe.

Esa remera mendozina con su cuerpo hermoso, con su cara de diosa, con su cabello dorado,
o esa joven ecuatoriana cachonda y llena de sensualidad.

El mar, la montaña, el gusto por la vida.

Un chocolate caliente con churros por la mañana sería el equivalente a la madalena de naranja.

Regresemos al momento del gusto, del gusto por todo, por todas.

Marquemos el regreso al absurdo, al absurdo bello y sincopado.

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