miércoles, 12 de enero de 2011

Lo recuerdo vagamente.....

muy vagamente.
A mediados de los ochenta en la universidad estaba molesto porque no me daban la única calificación que faltaba para terminar ese período escolar.
Esa materia era una de las dos únicas que por obligación teníamos que tomar de ciencias sociales tenía que ir a ver al profesor (un botigon sangrón y comunistoide) a su cubículo.

Como me cagaban todos esos profesores amargados de ciencias sociales que veían a los que estudiabamos ingenieria como si fueramos unos capitalistas estudiando en una escuela casi pública.

Los amargados de siempre, hasta en la universidad sus edificios estaban en un rincón lo mas alejado posible de las demás facultades.

Ya de por si me cagaba estudiar en esa universidad, pero en fin, me tuve que acoplar después de venir de estudiar doce años en colegios particulares y católicos.

Una amalgama de personajes extraños para mí fueron esos primeros años, estudiantes bolivianos, africanos, profesores exiliados chilenos, argentinos, estuve también con judios y en general con chilangos de extracción obrera y clasemediera.

Lo mas opuesto a mi entorno provinciano, cerrado, elitista y con aspiraciones de subir en la escala social.

Muchos choques tuve en mis primeros años ahí, choques emocionales y de adaptación.

Me costó mucho trabajo adaptarme a ese sistema medio abierto, medio ambiguo.

Además alejado el campus de todo, frío, obscuro, depresivo de a madres.

Total que llegué a buscar al profesor y no había nadie, solamente estaba una mujer menudita, delgadita, no media mas de 1.65, podía decir que no era fea, pero tenía la mirada de una ancianita en un cuerpo de una mujer de unos veintimuchos años.

Al verme buscando el cubículo me preguntó con acento español que que buscaba, yo le contesté con mi acento norteño que buscaba a "X", ella me dijo que lo esperara ya que iba a regresar en un rato mas.

Me ofreció pasar a su cubículo y me dio un café que sabía a madres.

Nos vimos a la cara y empezamos a conversar banalidades, pregunté de donde era y me dijo que de San Sebastían, me dijo que si conocía España, yo nunca había ido a España, solamente le dije que los familiares de mi abuela eran de Vitoria y los de mi abuelo de Santander.

Ah me dijo pues tu abuela es algo vasca como yo.

Me dijo que tenía un hijo chiquita y que era su último mes en México, que se regresaba a Francia.

No le pregunté nadamas extrañamente no me nació preguntarle nada, solamente le dije que que hacía en México y porque daba clases ahí.

Resulta que fue por razones "politicas" y que ella era estudiante de maestría y doctorado y que por eso podía dar clases.

Recuerdo que nos mirabamos mucho a los ojos, no se porque, había algo de una sensación que me ha pasado otras veces y que luego comentaré en otra ocasión.

Era una atracción rara, como de despedida, como de que nunca nos ibamos a ver otra vez, pero también como de que ella buscaba alguién con quién platicar.

Esos ojos y esa cara nunca se me olvidaron....

Muchos años después fuí a San Sebastián y me metí a una plazoleta, me metí a un museo y de pronto como si una mano me guiara fuí a dar a un salón grande y me acerqué a una fotografía tipo mural que estaba en una pared.

Ahi estaban esos ojos, esa cara y de pronto me quedé frío.

Abajo se decía: Retrato de la Yoyes antes de morir asesinada por la ETA.

Me entró una aprensión muy fuerte, un dolor estomacal, unas ganas de vomitar.

También me dió tristeza.

Recientemente me enteré en unos escritos de ella que en México se la paso de la chingada, que los profesores de la universidad la trataron de la mierda, que la robaron y que a pesar de sus logros nunca le reconocieron nada.

Entonces me quedó muy claro todo....

1 comentario:

Jo dijo...

... hay miradas que marcan encuentros... pero personas
asi

no siempre te topas...

me quede con una sensción en el estomago vacia.