sábado, 25 de diciembre de 2010

Atardecer en la costa.

El sol sale luego de estar dormido,
no tiene muchos rayos que dar,
el viento y las nubes lo cubren,
dando un clima invernal.

Gaviotas al acecho del pan,
Pelícanos flotan indiferentes en la punta del malecón,
Una que otra tonina negra se zambulle entre el movimiento del mar.

Barcos que salen lentamente por la bocana,
la espuma refulge en sus cascos oxidados,
marinos que se ven como hormigas en los corredores, alejandóse en su inevitable partida.

La humedad se siente en el cuerpo,
el aire frío pega en la cara,
los colores marinos son grises como el cielo,
y la arena es mas blanca que de costumbre.

Las formas de las dunas cambian con el viento,
un mar de arena viene del mar del agua,
esa arena choca contra los edificios,
todo está cerrado.

La playa puede ser un paraje desolador y extraño en diciembre,
pero también puede ser un escenario místico,
el escenario siembre se acopla al sentimiento y a las épocas del año.

Nunca se saciarán esas gaviotas?,
nunca dejarán de tener hambre?

Paisajes que si se buscan se encuentran,
un extraño rayo rosa cruza unas nubes,
el cielo se torna de rosa a violeta,
y el mar de gris a negro.

Las estrellas emergen y la luna ilumina,
son tantas estrellas y estan tan cerca que uno las siente,
se siente la intermitencia de ser observado,
de ser observado por otros.

Es tiempo de regresar al refugio,
porque el frío ya es el dueño marino,
ese frío nocturno que ahuyenta y que aleja
de ese escenario irrepetible.

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